Pues
Moncho Gil era... Pero vaya despiste el mío; menuda coladura. ¡¡Esta
pequeña historia no ocurrió en Lira!! ¿Qué es lo que hace aquí? Bueno,
de todas formas y siempre con vuestra autorización, voy a seguir con ella
porque, ahora que me doy cuenta, de esta pequeña historia, que ocurrió
en Vigo, los protagonistas eran de los de Lira. Moncho
Gil fue, ni más ni menos, un futbolista "amateur" de los
primeros que practicaron este deporte en España, que en verdad eran bien
pocos en aquellas dos primeras décadas del siglo XX. Entonces se llamaba
"amateur" a todo aquel que hacía algo por gusto, para indicar
que no cobraban ni una peseta por hacerlo y que, además, se pagaban los
gastos que se produjeran. Que en el fútbol, ya se sabe, son gastos de
vestuario, hoteles y desplazamientos. Naturalmente a los chicos de
familias modestas, los clubes (que no solían tener mucho dinero) les
ayudaban lo que podían, pero a los ricos por casa, nanay. Y Moncho Gil
era rico por casa. Como que era hijo de don Ramón y hermano de Sofía, más
conocida por Itha, que llegó a ser la madre de un servidor de ustedes.
Pero eso fue mucho después. O
sea, que el futbolista amateur Moncho Gil era mi tío Moncho. Y además,
con el tiempo, mi suegro. (Ya se ve cómo todo se va liando) Había
otros detalles que servían a un buen observador para distinguir a un
"amateur" de un profesional, ya que éstos constituyeron una
subespecie peligrosa que no tardó en aparecer en el panorama deportivo y
no se la podía ignorar. Por ejemplo, no era sólo esa costumbre de no
cobrar y de abonar los gastos, sino la de no "alegar males
imaginarios o supuestos" (como dicen las ordenanzas militares) para
no jugar un partido o asistir a entrenamiento. Por ejemplo, un amateur podía
tener el cuerpo lleno de forúnculos y un brazo en cabestrillo y
escayolado, pero eso no constituiría una razón suficiente para eludir un
entrenamiento y, menos aún, un partido. ¿Y eso por qué? Pues la misma
palabra lo explica: amateur, como se decía siempre, significa aficionado,
y aficionado es el que siente inclinación o amor hacia una persona, cosa
o actividad. Es decir: amateurismo es sentir amor a lo que se hace y no a
lo que se cobra por hacerlo. Y eso era Moncho Gil y otros muchos como él:
amateurs. Por
aquel tiempo había en Vigo dos clubes de fútbol, el Vigo y el Fortuna,
que rivalizaban "a tope". Más tarde, cuando empezó el
profesionalismo, se fundieron para constituir el Real Club Celta, llamado
así, Real, porque eran los tiempos de D. Alfonso XIII. Más tarde, creo
que con la república, dio en llamarse Celta de Vigo, o así. En
no sé que año se jugó el primer campeonato militar de fútbol de España,
y es fama que los coroneles se veían en tremendas dificultades para
encontrar once soldados de su regimiento que supieran que el fútbol es un
deporte que se juega con una pelota que, contra toda lógica, se puede
tocar con cualquier parte del cuerpo menos con brazos y manos, aunque
"mayormente" se empleen con preferencia la cabeza y los pies. Y
fue el caso que el regimiento de Vigo no tuvo el menor problema, y no lo
tuvo porque en aquellas fechas se encontraban haciendo el servicio militar
varios jugadores del Vigo y varios del Fortuna. Formaron un buen equipo
porque los once muchachos o jugaban muy bien o tenían, por lo menos,
alguna idea. Tan
bién
que llegaron a la final y la final la presenció el propio Rey D. Alfonso.
Moncho Gil, que jugaba de defensa, era como el emperador de su parcela y
mantenía su portería a cero goles (o goals, como se dijo muchos años),
pero la delantera no lograba perforar la puerta contraría, o, como dicen
ahora los cursis, no definían. (Vaya por Dios, y qué cosas más finas
dicen). Entonces el gran Moncho se impacientó, se hizo con el balón,
corrió la banda y marcó un golazo de antología, que era como se decía
entonces que eran los goles que cumplían ciertos requisitos de calidad. Y
para que no dijeran que había sido un churro, repitió la operación. El
Regimiento Murcia nº 46, de guarnición en Vigo, se proclamó campeón de
España al vencer por 2 a 0 en la final del Primer Campeonato Militar de Fútbol
de España. ¡Toma castaña¡ S.M.
el Rey les entregó la copa, charló con todos ellos y se alargó un poco
más con el héroe del partido. Decía mi madre que Moncho se hizo pasar
por un poco catetillo al hablar con el Rey, mezclando alguna palabra
gallega en su parla, y ciertos giros poco pulidos, y debe ser así porque
el chico hacía siempre gala de su buen humor y de bromas graciosas,
"manque" inofensivas. (Que yo también sé decir cosas no
pulidas). Lo
cierto es que desde entonces jugó siempre de extremo izquierdo
aprovechando su velocidad de carrera y sus tremendos zurdazos, zurdazos
que fueron apodados popularmente como el "chut eléctrico". Años
después fue seleccionado y jugó en el equipo español en la Olimpiada de
Amberes, donde consiguieron clasificarse subcampeones del mundo y Medalla
de Plata. (Medalla que guarda su hijo Guillermo, según creo, quien podría
aportar noticias interesantes sobre Moncho Gil padre, futbolista, melómano
y hombre de empresa, antes de que su paso por el mundo se quede reducido a
solamente un nombre en la genealogía de los Gil - Curbera). Poco
después de la Olimpiada Moncho Gil se retiró de la práctica del fútbol,
porque formalizó las relaciones con su novia, la gentil Aurorita Curbera
Solleiro, y ya se sabe que entonces no era digno ponerse en pantalón
corto para darle patadas a una pelota cuando se tenía novia formal. Pero
yo, lo que quiero es contar una leve anécdota que ocurrió antes de la
Olimpiada. Se daba la circunstancia de que los hermanos Moncho e ltha tenían
tal parecido físico que a mi madre, por la calle, algún asiduo a los
partidos de fútbol (que cada año eran más), le saludaban cariñosamente
llamándola Monchiña. Normal en un Vigo, pequeño aún, en donde todos se
conocían, aunque sólo fuera de vista. Pues
bien, un año de aquellos el Fortuna, que había hecho una campaña
excelente, llegaba al final del campeonato, al último partido, destacado
en cabeza. Poco importaría ya el resultado del partido pendiente si no
fuera porque le tocaba jugar contra el Vigo, nada menos, el máximo, el único
rival. Los periódicos y la afición en general consideraban que aquel año
no "había color", era el año del Fortuna así como tantas
otras temporadas habían sido años del Vigo. Decididamente - dijo el
"Faro de Vigo" - el Fortuna "cerrará con broche de oro el
campeonato". Y la frase cuajó, hizo fortuna (nunca mejor dicho) y la
afición sólo hablaba del famoso "broche". Hubo bromas, chistes
y el "Faro" y el aficionado aceptaron, unos con gusto y otros a
regañadientes, que el Fortuna tenía el broche asegurado. Y
llegó el domingo, y se llenó el campo como nunca se había llenado... y
surgió la sorpresa: el Vigo venció claramente por 3 "goals" a
1. Mi
madre, que aún no sabía nada de la marcha de los acontecimientos, salió
de casa como si tal cosa, cuando grupos de espectadores volvían del campo
felices por la victoria sobre el eterno rival. Desde uno de aquellos
grupos fue descubierta y celebraron el encuentro a gritos: -
¡Monchiña, bravo, Monchiña! ¡Cajáronse no broche! ¿Non é ? Y se iban, calle Colón arriba, gritando y gritando: ¡cajáronse no broche, cajáronse no broche...!
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