Teníamos allí a todos los políticos republicanos de tinte rogerío,
porque éramos muy afectos al régimen, como bien se ve. El
papel del viajero arrodillado era muy complejo e importante: debía
empujar el vehículo cuando hacía falta y pelarse las rodillas en los
baches sin un quejido. Como la finca está en pendiente se situaba el
artefacto en la verja de entrada o unos 50 metros más allá, donde
empezaba la cuesta, y con un empujoncito, a correr. Cuando se llegaba al
fin de la cuesta nos topábamos con la era, horizontal y de tierra bien
firme, donde empezaba el trabajo del esclavo arrodillado. Allí solía
haber público: padres, hermanos, jornaleros, ... Todos miraban nuestro
paso con alguna sonrisa de guasa que no nos agradaba mucho, pero enseguida
los dejábamos atrás al enlazar con la otra suave pendiente y perdernos
en la curva camino de la capilla, de la casa y ... y ahora a subir el
carromato otra vez. -
Ahora me toca guiar a mí. -
Bueno. -¿Me
lleváis? - Era uno de
los pequeños. -
Hala. Venga. De
estas cosas han pasado entre 60 y 70 años. Ya no está el Sr. Abad de
Lira en la parroquia tan cercana al pazo. Ahora hay un cura, D. Feliciano,
con el que gusto de charlar largo y tendido, porque es hombre culto, grato
conversador y con ciertos visos de investigador de tradiciones de la
tierra que están en trance de desaparecer. Ya no vive nuestro vecino el
Loureiro, que se descubría si en la conversación se nombraba al Santísimo;
ni el Fallado, ni el Pitangas, y faltan también los hermanos Alvar, menos
Julia, si es que aún vive. Los Alvar, Antonio y Manolo, el Carpizo, que
trabajaron tanto en la finca año tras año, seguro que están junto a sus
padres, allá arriba, pendientes de sí se siembra el maíz, si se
vendimia ahora, que es tiempo de hacerlo antes de que empiecen las lluvias,
si se ha llevado a la señora la cesta con las primeras y mejores frutas
de su huerto, como todos los años. ¡Oh,
muchas gracias¡ ¿Pero? ¿Por qué se molestan Uds.? ¡Ahí, no, señora, que no es molestia. Si, total las íbamos a tirar...
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