El Carromato


Mario Quintas Gil, allá por los años 40.

El carromato es otra historia. El carromato fue el vehículo de Mario y el mío. Y de los primos y amigos que venían todos los veranos a pasar unos días con nosotros. El carromato y el burro. Porque también había un burro: se llamaba Niceto. Sí, porque mi padre, cuando se implantó la república, dejó el Ejército y se dedicó a la finca hasta que la guerra volvió a poner las cosas en su sitio. En la finca se encontró muchas cosas y entre ellas dos vacas: las "bautizó" con los nombres de la Nelken y la Pasionaria. Y dos bueyes, que se llamaron Prieto y Azaña, perdonando la manera de señalar ... Y así hasta llegar al burro, que le tocó ser Niceto por Alcalá- Zamora, el flamante "presi" de la república: 

Teníamos allí a todos los políticos republicanos de tinte rogerío, porque éramos muy afectos al régimen, como bien se ve.    Pero el burro nunca tiró del carromato, que no sé por qué lo traje a colación. El carromato, sí. El carromato estaba constituido por cuatro robustas ruedas de unos 30 centímetros (que quizá fueran obra de Tatán), un tablón al que fijábamos un eje trasero (hecho del tronco de un eucalipto joven) firmemente sujeto y un eje delantero afirmado al tablón por un solo tornillo grueso que le permitía girar a ambos costados. Tenía un cajón abierto por delante que constituía el asiento del conductor. Éste apoyaba los pies en el eje delantero, junto a cada rueda, para poder hacerlo girar a derecha o izquierda; el mecanismo de conducción se completaba con una cuerda a modo de riendas de caballo, fijados sus extremos a cada uno de los extremos del eje. Detrás del conductor quedaba una pequeña plataforma en la que iba, de rodillas, un segundo pasajero. Posteriormente alargamos el carromato poniéndole un cajón más que nos permitía llevar un tercer viajero si éste era de tamaño reducido: los hermanos pequeños, por ejemplo. Comparado este carromato-tres-plazas con el anterior de dos, nos parecía estar contemplando una limousine, de esas que usan los ganster en las películas. Aunque muy lujosa tampoco era, no vaya Vd. a creer. En realidad todo era obra de Mario, que yo sólo le ayudaba. 

El papel del viajero arrodillado era muy complejo e importante: debía empujar el vehículo cuando hacía falta y pelarse las rodillas en los baches sin un quejido. Como la finca está en pendiente se situaba el artefacto en la verja de entrada o unos 50 metros más allá, donde empezaba la cuesta, y con un empujoncito, a correr. Cuando se llegaba al fin de la cuesta nos topábamos con la era, horizontal y de tierra bien firme, donde empezaba el trabajo del esclavo arrodillado. Allí solía haber público: padres, hermanos, jornaleros, ... Todos miraban nuestro paso con alguna sonrisa de guasa que no nos agradaba mucho, pero enseguida los dejábamos atrás al enlazar con la otra suave pendiente y perdernos en la curva camino de la capilla, de la casa y ... y ahora a subir el carromato otra vez.  

- Ahora me toca guiar a mí.  

- Bueno.  

-¿Me lleváis?  - Era  uno de los pequeños.

- Hala. Venga.  

De estas cosas han pasado entre 60 y 70 años. Ya no está el Sr. Abad de Lira en la parroquia tan cercana al pazo. Ahora hay un cura, D. Feliciano, con el que gusto de charlar largo y tendido, porque es hombre culto, grato conversador y con ciertos visos de investigador de tradiciones de la tierra que están en trance de desaparecer. Ya no vive nuestro vecino el Loureiro, que se descubría si en la conversación se nombraba al Santísimo; ni el Fallado, ni el Pitangas, y faltan también los hermanos Alvar, menos Julia, si es que aún vive. Los Alvar, Antonio y Manolo, el Carpizo, que trabajaron tanto en la finca año tras año, seguro que están junto a sus padres, allá arriba, pendientes de sí se siembra el maíz, si se vendimia ahora, que es tiempo de hacerlo antes de que empiecen las lluvias, si se ha llevado a la señora la cesta con las primeras y mejores frutas de su huerto, como todos los años. 

¡Oh, muchas gracias¡ ¿Pero? ¿Por qué se molestan Uds.? 

¡Ahí, no, señora, que no es molestia. Si, total las íbamos a tirar...  

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