Nota del Autor

 


Cuando escribí LAS DOS MORERAS, hace tan sólo unos días, puse después del título
una mentira muy gorda. Le puse: (cuento). Bueno, pues no es cuento, que aquí tenéis las moreras, o, para decir la verdad, la morera, la única que quedaba cuando tomé esta foto. Parecen dos porque por detrás asoma, alta, la copa de un viejo castaño, pero está sólo la que quedaba, la que cubrió con sus ramas la sombra de su compañera desaparecida. Así fue que en esa sombra nos reunimos unas 120 personas bajo sus hojas en un 2º domingo de agosto de 1.986. Lo hacíamos todos años, pero en esta ocasión vino algo más de gente porque rendíamos homenaje a los 90 años de la abueliña. Y ahí nos tienes. Se adivinan, entre las ramas, los coches estacionados a la izquierda y gente por debajo de las "faldas" de la morera.

(Nota de María: Mi padre se refiere, en este párrafo anterior y en el que viene,  a las dos fotografías de más arriba.  Esta otra me la proporcionó también él, y fue tomada durante esa ocasión, en la que, desgraciadamente, no participé.)

Las fotos están tomadas, en ese segundo domingo, desde el balcón y la ventana superiores de la torre, y como se ve, las ramas más altas la sobrepasan en altura, bueno, tampoco es como la torre de Pisa, que ésta, además de estar derecha, sólo tiene el bajo y dos pisos. Bien, sí, será más bajita, pero la de Pisa, con todo su cuento, se empezó a construir en el siglo XII, se paró la obra, continuó después, se detuvo luego por más de 90 años y se terminó a mediados del XIV. 

En cambio la de Lira se hizo en el XIII y de un tirón, que eso tiene más mérito. Y además es más antigua. Hala. 

Pero lo que yo quería decir es que vistas desde abajo, desde el suelo, las moreras imponían respeto. Y hacíamos media vida debajo de ellas.  

Ahora ya no están...  

Y detrás, pegadita a todo ese follaje, está la capilla.

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